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Moncho Fernández después de catorce temporadas en Obradoiro se despide del club en el que ha llegado a ser mucho más que un entrenador.

Como decía aquel viejo dicho, de que es muy difícil ser profeta, o sea que la gente te siga y haga caso de lo que dices, pero ser profeta en tu tierra lo es aún más, pues tendemos por naturaleza a valorar más lo que viene de fuera que lo que tenemos en casa.

Con Moncho esa regla no se ha cumplido, llegó siendo una promesa en aquel verano del 2010 y se va siendo una leyenda (el Ferguson de Compostela, el Alquimista le dicen), una persona que ya merece como mínimo una estatua en el pabellón y un cartel para siempre en las lonas altas de Fontes do Sar.

Ese Fontes do Sar, que ha visto tardes de gloria, y tardes de caerse en la lona, pero un Fontes do Sar que siempre veía a Moncho corriendo la pista, a veces exaltado, a veces contento, a veces tranquilo, pero siempre con esa cabeciña dándole vueltas para organizar en cada momento la mejor jugada para el equipo.

El día del ascenso en Burgos. 2011

Hecho a si mismo en los viejos campos de basket de los colegios compostelanos, pronto supo que no valía para jugar (más bien esmirriadete y pequeño; con perdón ) pero tenía una mente privilegiada para la táctica y hacer rendir a sus compañeros y amigos que jugaban en las pistas de Peleteiro, La Salle, Compañía o Rosalía de Castro.

Poco a poco fue subiendo galones en las ligas de basket acompañando como segundo a Moncho López en equipos como Gijón y Breogán hasta encontrar un hueco como primer entrenador en Los Barrios equipo en el que brilló como gran estratega y que le permitió debutar en ACB con Murcia en el año 2009.

Y ahí llegó se encuentro con el Obra, tras su fugaz vuelta a ACB en la temporada 2009/10; Raúl López se hace cargo de la presidencia del equipo y ve en un hombre de la casa, la mejor opción para devolver al equipo a la élite. Y no se equivocó, Moncho triunfó ese año peleando duramente con su ex-Murcia y con un gran Burgos y el equipo ascendió.

Estas catorce temporadas (13 en ACB y una en LEB) a nivel basket deben representar algún tipo de récord, pues hasta ahora sólo Laso aguantaba el ritmo continuista de Moncho. Han sido catorce años de pelea continua; con presupuestos ajustados se fueron construyendo muy buenos equipos que año tras año conseguían el título de la salvación con más o menos apuros, pero que al final triunfaban.

Grandes jugadores han pasado por las manos de Moncho, recordamos a Mejri, Hummel, Muscala, Obst, Lasme, Kleber, Thomas, Scrubb, Prumpla; Corbacho, Richi Guillén, Bender y un largo etcétera, y todos han mejorado sus prestaciones bajo la dirección de Moncho y también es digno y justo mencionar el gran trabajo de sus segundos Víctor y Gonzalo.

Moncho y su tablilla. Entrenador táctico por excelencia

Desde hace un par de temporadas ya todos sabíamos que se acercaba el fin de ciclo, bien por cansancio, bien por resultados, o bien por otros factores externos la ruptura se acercaba. Es cruel que acontezca justo el año que se desciende pero no por ello emborrona para nada una hoja de servicios de sobresaliente.

Más allá de los resultados Moncho ha conseguido traspasar ese umbral de entrenador, a llegar a ser un pilar básico de la historia del Obradoiro junto a nombres ya míticos en el universo obradoirista como Docobo o Tonecho, y ayer tras conocerse el comunicado de despedida, muchas personas en Compostela estaban tristes.

Pero la vida sigue; el club tiene que rearmarse para pelear en LEB y volver cuanto antes a ACB y Moncho tiene que seguir su vida, entrenando a otro equipo, teniendo un año de descanso o lo que estime conveniente. Nada impide que en unos años los caminos vuelvan a encontrarse.

De todos modos, por todo lo que nos diste estos años, adiós Moncho y gracias.

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