Betis: el cántaro se acabó por romper
El que juega con fuego normalmente termina por quemarse. Y eso es lo que le ha ocurrido esta temporada a un Betis Baloncesto que, bien por debilidad presupuestaria, incapacidad gestora, desidia generalizada o lo que sea, ha vuelto a vivir en el alambre, caminando por la cuerda floja hasta que se ha dado el gran tortazo. Golpetazo a modo de descenso a la LEB Oro que no es en absoluto el primero que se da la entidad regida desde 2016 por el Real Betis Balompié, ni tampoco el segundo.
Para ser justos, y para no echar la culpa de todos los males del baloncesto sevillano al centenario e histórico club de las Trece Barras, el riesgo ya venía desde los últimos años como Baloncesto Sevilla, desde que Caixabank se afanó por desprenderse de sus acciones, con los mismos dirigentes que siguen estando ahora por la planta noble del pabellón San Pablo.
Pero no es menos cierto que los datos son fehacientes: el Betis no solo no ha sido capaz de revertir la caída sino que, por el contrario, el equipo ha descendido ya hasta tres veces, como acabamos de comentar: 2016-2017 (aunque no se hiciera efectivo por la arcaica ley del abusivo canon ACB que estaba vigente entonces), 2017-2018 y 2022-2023. No han aprendido, por h o por b, de los errores del pasado que les llevaron a purgar en LEB Oro durante la campaña 2018-2019; antes al contrario: el cántaro ha seguido yendo tan permanentemente a la fuente que, al final, ha terminado por romperse en mil pedazos otra vez.
Desde su regreso a la ACB, a excepción de la pandémica campaña 19-20 finalizada antes de tiempo (en la que el Betis sí logró armar un buen equipo al que la guinda de Eric Green le hubiese llevado fácilmente al menos a la mitad de tabla si la competición no se hubiese interrumpido), el riesgo y el no hacer convenientemente los deberes a tiempo (a ello no ha ayudado la tendencia, por la debilidad económica, de hacer contratos de un año o incluso temporales) ha continuado siendo una máxima constante en el Betis Baloncesto.
Cada una de las campañas posteriores a aquella ha contado con un volantazo bien en el banquillo (Joan Plaza en la 20-21 y Luis Casimiro en la 21-22) bien sobre la cancha (Jakob Wiley, Anzejs Pasecniks, BJ Johnson III más la adaptación y explosión de Shannon Evans en la 21-22, junto a Casimiro; y, una vez traspasado éste, las sensaciones de Jean Montero y Tyson Pérez más el regreso de Pasecniks en la presente). Y siempre con la necesidad imperiosa de culminar la remontada sin fallar en el partido clave, el choque a vida o muerte del que dependía la continuidad o no en la élite del baloncesto nacional.
Algo que se logró tanto en la 20-21 con aquel dramático tiro libre postrero de Jerome Randle ante el Monbús Obradoiro a un segundo del final, en un San Pablo vacío por el COVID; como en la 21-22, superando también como local (pero esa vez con el pabellón a reventar) el malísimo inicio frente al Gran Canaria en la penúltima jornada. Pero si sigues así, alguna vez has de fallar, y esa vez se falló a lo grande frente al Covirán Granada, también en casa. Ahí perdió realmente el Betis la categoría, aunque días más tarde lo volviera a tener en su mano en Madrid, perdiéndolo en los segundos finales.
De nada sirvió esta vez, salvo para crecimiento personal de los propios jugadores y para felicidad del Gran Canaria y MoraBanc Andorra respectivamente, la sensacional labor de (los cedidos) Jean Montero, mejor joven de la liga, y Tyson Pérez, que volvió a ser llamado con la selección española. El Betis, como hace cinco años, deberá volver a purgar todos sus pecados en la segunda división del baloncesto nacional.
Entonces, en la 2018-2019, se arrasó ascendiendo directamente con récord global igualado (30 victorias y 4 derrotas), con récord de una vuelta entera ganando y con el título de la Copa Princesa. Paradójicamente, los dos títulos oficiales, porque el campeonato de LEB Oro y la Copa Príncipe/Princesa (de Asturias, obviamente) tienen carácter como tal, de una entidad que en otra vida sumó dos subcampeonatos de la ACB, uno de la Copa del Rey y otro de la Eurocup. Pero esta vez, por desgracia, se intuye que no será para nada fácil en una liga cada vez más dura, cada vez más competitiva y de la que cada vez es más difícil salir, y si no, que se lo digan al Movistar Estudiantes, por ejemplo.
Y todo ello con el silencio por bandera (nadie ha dicho nada y ya ha pasado una semana desde que se confirmó el descenso) y con la situación institucional en el horizonte. Ya sabemos de las intenciones del Betis de “colocar” el equipo de baloncesto a poco que llegue alguien pretendidamente serio a por él; el problema es ver quién va a querer hacerse con las riendas de un club en declive, actualmente de segunda y con la afición dolida y desencantada ya al 200%.
(IMAGEN DE PORTADA: EFE/DANIEL GONZÁLEZ)