septiembre 9, 2024

Cuando el baloncesto era baloncesto

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Maccabi Elite Tel Aviv, Ural Great Perm, Panathinaikos, CSKA Moskva, Selección Yugoslava, Brasil All-Stars, Jugoplastika, Selección Soviética, Olympiacos, Selección Australiana, Stefanel Trieste, Pop 84, Inmobanco, Estudiantes Caja Postal y, por supuesto Real Madrid.

O llámenme clásico y hasta romántico.

Torneo Internacional de Navidad o Trofeo Raimundo Saporta… o a partir de 1989 Memorial Fernando Martín, así era el baloncesto de mi época en navidades. Con torneos lleno de emotividad, de ilusión y con rivales de gran entidad.

¿Quién no recuerda esa Jugoplastika del 89 con gente tan importante, si la memoria no me falla, como Toni Kukoc, Velimir Perasovic, Zan Tabak, Dusko Ivanovic o Zoran Savic?

Y es que todas las navidades la memoria viaja en el tiempo a recordar esos maravillosos torneos que ponían la guinda a las luces navideñas y a los villancicos de siempre. Y siempre como anfitrión el Real Madrid.

Quizás siempre hubiera faltado ese Barcelona monumental pero el Real Madrid no se podía, por rivalidad, permitir el lujo que el sempiterno rival se llevase su torneo.

Pero siempre hubo nivel. Ya no solo se trataba de buenos equipos, sino que también venían buenas selecciones o buenos combinados.

La liga paraba, o así lo recuerdo yo. Los jugadores tomaban el “break” para pasar con sus familias estas fiestas de unión. Tan solo se movían esos grandes que viajaban a este torneo creado en 1967 y extinto en 2004. Sí, hace casi 20 años.

Hace casi 20 años que el invierno, que las navidades ya no gozan de algo extraordinario como es este torneo de Navidad. Ya todo corre de la rutina de las competiciones nacionales que no es que no paren, sino que ya estresan.

ACB tuvo jornadas el 23 de diciembre, tendrá el 27 y volverá a jugar el 6 de enero. LEB Oro jugo el 21 de diciembre. Repite el 29 del mismo mes y vuelve el 5 de enero. La LF Endesa jugó el 22 de diciembre, volverá hacerlo el 30 y el 3 de diciembre.

Sin apenas descanso para estar con sus familias. Vuelos y viajes relámpagos donde a las 48 horas vuelves a estar concentrado con tu equipo para disputar la próxima jornada.

Ya no hay baloncesto.

O quizás me haya expresado mal y debiera haber dicho “el baloncesto ha cambiado”. O quizás, algo más doloroso todavía: “me hago viejo”.

Pero sí es cierto que prefiero ese pasado donde lo que reinaba era la Navidad y no tanto la profesionalidad que algunos hoy quieren meter a golpe de sangre. Y se olvidan de una parte importante del baloncesto: el corazón.

Es mi lucha contra lo que no me gusta de un deporte que amo a rabiar. Es algo que no está en mi mano el poder cambiar. Pero ahí está mi grito lastimero de algo que algo que se pierde y que el recuerdo cada vez me lo pone más difuso en mi memoria. Y eso duele.

Feliz Navidad, sin baloncesto especial.

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