octubre 13, 2024

Hoy lo hemos apreciado durante un hermoso y agradable rato de casi una hora. Lo importante que es la sonrisa de un niño y lo feliz que nos hace a nosotros, los mayores, conseguir esa sonrisa en los niños.

Cuando a algunos nos preguntan “¿qué es para ti el baloncesto?”, muchos respondemos que es una forma de vida y la gente nos mira como si estuviéramos locos. Y no se enteran de la realidad de su aseveración. Lo estamos. Y momentos como el de esta mañana en el colegio Castra Caecilia con toda la plantilla del Cáceres Patrimonio de la Humanidad allí, en el patio, con la multitud de “chiquillada”, dan fe de lo dicho y aumenta hasta el grado más sumo su definición de locura.

Hablamos de baloncesto como un deporte ya no solo precioso sino alucinante donde la gente piensa que solo es competición. No, señores. El baloncesto sí es competición, pero también es familia por todos esos contactos, apretones de manos, abrazos que a lo largo de una temporada provoca este deporte.

El baloncesto es pasión y algunos toman ese nombre para su marca. Pero el baloncesto deja huella, en mí, ya viejote. En mucha gente. Y los jugadores se convierten en los directores de una manera de vivir, sobre todo de los niños.

Porque había que ver el patio del colegio nombrado con cientos de infantes, porque tíos, sus ídolos de más de 2 metros, andaban como locos por tenerlos hoy allí: hablando, firmando autógrafos y hasta bailando en bailes de grupo donde Dani Rodríguez se animaba con algunos pasos, quizás incongruentes en el baile, tan solo para que los niños rieran.

Y no solo la alegría correspondía al gremio infantil, sino que algunos doctorados en el manejo con capote a diario de todo ese torrente de adrenalina infantil miraban con la expresión de: “me gustaría hacerme una foto con ellos”. Y ¡zas!, sueño cumplido.

Si habláramos de afición, son estos momentos los que ningún club debe olvidar. Supongo que en casa hoy más de uno de esos infantes habrá propuesto en casa ir a ver al equipo al Pabellón Multiusos. Y nos daremos cuenta que una visita no solo gana un adepto, sino que gana tres entradas. Y si encima por la otra parte de la cuerda se hace el esfuerzo de la gratuidad (solo una vez), seguro que se conseguiría ver un aforo casi lleno. Como los de antaño.

Nosotros, desde nuestro punto de vista, seguiremos empujando con nuestras letras a l gente para que vean que el baloncesto además de deporte, competición y rivalidad es familia. O tan solo una forma de vida.

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