Cáceres CB

Hoy, desayunando un café con churros en uno de esos bares de la Plaza Mayor cacereña, con las inigualables vistas al Arco de la Estrella, puerta de entrada a ese viaje en el tiempo que es nuestra impresionante “Parte Antigua”, me he  encontrado con uno de los aficionados históricos del baloncesto cacereño, de esos  que cuando empezó a ir al baloncesto hablaba de córner y goles,  por el nulo conocimiento que tenía de nuestro maravilloso deporte.

Su afición comenzó en aquella época en la que el Cáceres jugaba en la Ciudad Deportiva y, ante el tirón de las victorias, empezó a arrastrar a gente del fútbol. Fue de los que, con su “vuvuzela”, aquel magnífico, y molesto para el equipo rival, instrumento de origen africano ya en desuso, vivió el mítico ascenso con la ya histórica canasta de Jordi Freixanet.

Vamos, un aficionado que, aunque vino del “furbo”, como decía el presidente Villar, lleva ya más de 30 años enganchado al baloncesto.

Pues como decía, echando un café con este hombre me decía, con cierta nostalgia, que ya no lo vive igual. “No sé si es la frialdad del pabellón o que ya me voy haciendo mayor, pero no es lo mismo”. Viéndole tan nostálgico, quise animarle un poco, baloncestísticamente hablando,  para ver si  recuperaba un poquino  de esa ilusión que siempre le había caracterizado. No hubo manera.

Estuvimos recordando los tiempos dorados del Cáceres C.B. y lo que fue Cáceres en aquella época. Me comentaba que la categoría del club no tenía nada que ver con esa apatía que sentía.  Me dijo que hacía poco había estado en Barcelona y había aprovechado para asistir a un partido del Barça en el Palau. Era la segunda vez que asistía al templo blaugrana. La otra vez fue siguiendo al Cáceres, y el recuerdo que guardaba de entonces no le dejó disfrutar de esta nueva visita.

Él cree que la clave del porqué ya no disfruta tanto del baloncesto es la falta de jugadores de la casa, y si no de la casa, si que se identifiquen con la casa, entendiendo ésta como tu ciudad o la selección española.

Dice que cuando entró la primera vez en el Palau y vió a aquel plantel de jugadores que saltaron a la pista bajo los acordes del himno azulgrana, un equipo que no era el suyo y que le emocionara tanto y lo sintiera tan cerca, ya no le pasa, ni con el actual campeón de liga. Epi, Chicho Sibilio, Solozábal, Jiménez o Audie Norries, que aun siendo americano fue muy querido en todas las canchas españolas, era una plantilla con la que te identificabas porque eran jugadores de la selección española. Él recuerda que en aquel  Cáceres de entonces, aquel Cáceres Club Baloncesto que se hizo respetar en las canchas ACB, había tres jugadores cacereños. Ahora, me decía, la mayoría de las plantillas son jugadores extranjeros, y muchos de los españoles de la selección están jugando fuera de la liga española. Dice que esa es la clave por la  que  personas de cierta edad que vivieron el boom del baloncesto en España, ahora no lo ven de igual forma.

Recordé a un presidente de un equipo de fútbol de Segunda B que conocí. Era el equipo de un municipio de apenas 7000 habitantes. De niño tuvo que emigrar junto con su familia. La vida le trató bien y volvió al pueblo para poner al equipo arriba. Lógicamente, el pueblo le acogió con los brazos abiertos.

Llegó un momento, después de tres temporadas, que este presidente abandonó el proyecto. Los aficionados le reclamaban que la plantilla debía contar con más jugadores del pueblo, aunque fueran de mucha menor calidad. Los aficionados no se sentían identificados con el equipo

Todos nos sentimos orgullosos de aquellas cosas en las que, de una forma u otra, nos vemos reflejados. Nuestra ciudad, nuestra empresa o aquellos personajes famosos que han nacido en nuestra tierra, pero creo que eso es, a día de hoy, demasiado exigir a nuestro equipo, y más cuando estamos en una sociedad en lo que se busca es el cortoplacismo. Lo vemos en la política, pero también en nuestra vida diaria. Queremos adelgazar en dos días o aprender en una mañana, sin ningún esfuerzo y en el menor tiempo posible. En el deporte pasa lo mismo. Los aficionados y patrocinadores buscan los resultados inmediatos y eso se consigue tirando de talón, sacrificando un trabajo constante para sacar a jugadores de la cantera.

Por mi parte, ver a mi equipo solo con jugadores de fuera, no me importa. Quiero ver un buen espectáculo y, sobre todo,  que aquel que represente a mi tierra, en cualquier aspecto, se sienta orgulloso y la deje lo más alto posible.

 A los nostálgicos siempre le quedarán las “videocasetes” para recordar tiempos mejores.

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