diciembre 19, 2025

Barris Nord, la grada también juega

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Foto: X (Twitter) Hiopos Lleida

Hay partidos que se juegan con el balón… y otros que empiezan mucho antes. El Hiopos Lleida – Real Madrid es de esos. Porque la verdad es que el Espai Fruita Barris Nord no entiende de clasificaciones cuando huele a cita grande. Se llena de bufandas, de miradas cómplices y de esa electricidad previa que recorre la pista cuando el rival es un gigante y el orgullo local se activa casi por instinto. Aquí, además, cada partido contra un grande es una prueba de identidad.

Competir, creer y no bajar la mirada

El Hiopos Lleida llega con un balance de 4-6, lejos de la zona noble, sí, pero con la sensación —y es que se nota— de que el equipo compite mejor de lo que dicen algunos resultados. Viene de encadenar derrotas dolorosas, varias de ellas ajustadas, y eso pesa. Pesa en la cabeza, pero también afila el carácter. Porque perder por poco enseña dónde están los detalles… y despierta una necesidad casi visceral de redención. Y este escenario, con el Real Madrid enfrente, no permite medias tintas.

En el otro lado aparece un Real Madrid líder, sólido, reconocible, con un 9-1 que impresiona incluso antes del salto inicial. Un equipo hecho para dominar, para castigar errores y para imponer su ritmo sin levantar la voz. Pero incluso ellos saben que Barris Nord no es una pista más. Aquí el público no empuja, arrastra. Cada defensa celebrada, cada rebote peleado, cada balón dividido ganado se vive como una pequeña victoria colectiva. Y cuando la grada entra en el partido, el encuentro cambia de temperatura.

Un reto gigante para crecer

La clave para el Hiopos Lleida pasa por algo tan simple —y tan complejo— como aguantar mentalmente el partido. No regalar parciales. No desconectarse. Porque el Real Madrid no perdona esos dos minutos de despiste que a otros rivales les cuestan solo un susto. Aquí, dos malas decisiones se convierten en ocho puntos y silencio incómodo. Por eso, el plan no es solo táctico: es emocional. Saber sufrir. Y seguir.

Jugadores como Melvin Ejim, James Batemon o Caleb Agada tienen ante sí uno de esos partidos que definen temporadas. No por los números, sino por el mensaje. Ejim, con su energía incansable, representa como pocos el espíritu que necesita el equipo: intensidad sin pausa, contacto constante, liderazgo silencioso. Batemon aporta ese punto de talento ofensivo capaz de encender al pabellón con un solo gesto. Y Agada, además, es el termómetro del equipo: cuando está cómodo, el Hiopos fluye; cuando sufre, todo se encoge un poco.

Además, hay un factor que no aparece en las previas oficiales: el cansancio emocional de las derrotas seguidas. El Lleida necesita una actuación que le devuelva confianza, aunque el marcador final no sea favorable. Competir hasta el último minuto. Llegar vivos al último cuarto. Sentir que el trabajo tiene sentido. Porque esta liga castiga, pero también recompensa a quien insiste. Y Barris Nord lo sabe. Por eso no deja solo al equipo ni siquiera en los momentos más ásperos.

Este partido, al final, no va solo de ganar o perder. Va de mirar al Real Madrid a los ojos, de sostener el pulso el máximo tiempo posible y de demostrar que, pese a la clasificación, el Hiopos Lleida sigue creciendo. Y es que en Lleida el baloncesto no se mide solo en victorias: se mide en orgullo, en resistencia y en la manera de levantarse cuando el calendario no perdona.

Autor: José Manuel Gómez

Foto: X (Twitter) Hiopos Lleida

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