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Aunque me cansa ver como los grandes, con los que congenio, aunque sea deportivamente, se alejan de uno. Y entiendo y por supuesto respeto los motivos, pero no deja de joderme todas estas situaciones que, justo en el deporte, se repiten más asiduamente. Pero la vida es así.

Toca despedir a Joaquín Rodríguez. Y toca hacerlo a lo grande. Como los grandes se merecen y lo más grande que tiene Joaquín, entre otras cosas, es su trabajo en silencio. Joaquín ha sido, es y será un hombre de club allá donde vaya. Un tío que se viste por los pies: un caballero.

Una persona que llegó en el peor momento deportivo de un Cáceres Patrimonio de la Humanidad, casi desahuciado; al borde del cataclismo de la LEB Plata como así sucedió a final de temporada.

De eso ya hace una temporada y media. Y yo lo vi llegar desde primera fila. Elegante, educado y siempre tendente a conversar como buen leonés que es. Llegó a poner orden en club que no sabía el sino que le esperaba. Bueno, sí lo sabía pero no quería verlo.

Llegó con las aguas revueltas y con la idea de dar tranquilidad a un club que merece más de dónde está.

Y la verdad que no lo hizo mal. Trabajó como pudo hasta final de temporada y fue él quien se encargó de formar el equipo de esta temporada con fichajes muy meritorios como Edu Gatell, Fer Sierra, Óscar Alvarado, por poner algún ejemplo.

Y sí es cierto que el objetivo del ascenso no se ha conseguido. Y sé, conociéndolo un poco como lo conozco, que Joaquín se siente culpable de este fracaso y sí es cierto que responsable es. Pero no culpable.

Joaquín Rodríguez ha conseguido devolver ilusión por el baloncesto en Cáceres. Eso hay que dejarlo claro. Su exquisito trabajo y su buen hacer a generado que Cáceres le grite al Cáceres para animarlo y no para hundirlo.

Y la verdad que ni sé el motivo de la salida de Joaquín del club ni es algo que ahora me importe. Sí me importa darme cuenta que con esta salida el Cáceres Patrimonio de la Humanidad pierde una gran profesional del que sé que lo ha dado todo por el club. Si la decisión ha sido de él, solo me queda respetarla y decirle: “tío, gracias. Me quito el sombrero ante ti.”

Sé que nos tenemos estima, sé que nos tenemos respeto y sé, por supuesto, que habrá más comidas en las que hablaremos de baloncesto y nos echaremos unas risas.

Joaquín, te deseo todo lo mejor en tu vida tanto personal como profesional porque te lo mereces. He aprendido mucho de ti y me gustaría seguir aprendiendo más de un tío sabio como tú eres.

Dejas Cáceres huérfano de maestría en el baloncesto. Y por supuesto gracias por tu trabajo y por tu amistad.

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