diciembre 2, 2025
EAJ-rxDXYAMjJuG

Redes sociales Club Estudiantes Baloncesto

La Copa del 1963 en San Sebastián, la de Granada en 1992, o la de Vitoria en el 2000, todos esos recuerdos de cuando ganar era de horteras, cuando el Estudiantes era el equipo querido de España, el equipo de moda por hacerle frente a Madrid y Barça, cuando los valores del club se respetaban a rajatabla, cuando se hacían las cosas bien. Esta es la cruda realidad del Club Estudiantes de Baloncesto a día de hoy, la pérdida de identidad que sufre, hasta manchando el escudo, cambiando el único escudo del club por un logo por patrocinio.

Son momentos duros para un club histórico como el Estu, fundador de la ACB y único equipo junto a Madrid y Joventut que hasta hace cinco años no había descendido. Esto va más allá de los colores, salvo para algunos aficionados del Real de Madrid, esto va para todos aquellos que aman el baloncesto, para que se pongan los pelos de punta recordando toda la historia.

¡Ay si viera esto don Antonio Magariños!

El señor Magariños, profesor del Instituto Ramiro de Maeztu por aquellos tiempos de 1947, veía por la ventanas a los chicos jugar al famoso baloncesto traído de Estados Unidos, que en Madrid empezaba a cobrar importancia con clubes como el Canoe o el Liceo Francés. Cuentan y contaban los que bien le conocieron, que fue su aversión por el fútbol y su pasión por fomentar la disciplina, la camaradería, y la forma física, que en otoño de 1947 comenzó a fraguarse el Estudiantes.

Esa es la historia del club, el Ramiro de Maeztu, por eso se siente algo especial cada vez que se pisan las canchas del Ramiro o se ve entrenar a chicos de la cantera, esa que ha hecho grande al Estu a lo largo de su historia, y que tiene su origen en ese primer club ‘Ramiro de Maeztu’ que se estrenó en la tercera regional de Madrid.

No sería hasta 1956 cuando se produjo el debut del club en Liga Nacional, precedente de la ACB, con nombres ya pasados por el equipo de la talla de Laborde, Luis Martínez-Arroyo, o ‘Mimi’ Mimoun, que cuánto llorarían jugadores como aquellos, como Díaz-Miguel, como los Codina, al ver donde está ahora su querido equipo.

La plantilla del 1963 / Hemeroteca CB Estudiantes

Todos estos precedentes, tocaron por primera vez el cielo en 1963 con la consecución de la primera Copa del Rey del equipo, y eminencias que la levantaron de la talla de José Luis Sagi-Vela, Vicente Ramos, o Aíto García-Reneses, que muchas veces no somos conscientes de que nombres que son leyendas del baloncesto español han forjado su figura en el Estu.

Todos los chavales del Ramiro de aquellos años, y hasta hace poco tiempo, que soñaban con jugar en el Estudiantes, el equipo que había nacido de los pupitres donde se encontraban, lo que daba aún más sentido a la esencia del instituto, y que ahora se ha quedado en que “tan solo una profesora ha comentado que hay un equipo de baloncesto que juega y entrena aquí”, dice una alumna de Bachillerato del Ramiro, “pero tampoco le ha dado mucha importancia, solo lo ha nombrado cuando nos dijo que había ligas en los recreos”, esas ligas de las que surgió el club y que ahora nadie recuerda ni conoce cuando entra a estudiar el Ramiro de Maeztu.

Benditos años 80

Poco a poco se forjaba la leyenda del famoso Estudiantes del siglo XX, aquellos “pijos de la calle Serrano”, apodo que algunos aficionados rivales siguen poniendo, que, sin embargo, era y sigue siendo todo lo contrario. Cada temporada sufrían por temas económicos, viéndose obligados a recortar de todos lados, de ahí su ambición por la cantera.

Nombres icónicos como Vicente Gil, José Luis ‘Patas’ Beltrán, o la saga de los Sagi-Vela, seguían en el equipo mientras se sucedían temporadas de transición y de alegrías, según iban marchándose jugadores que dejaban su legado. El año 1973 está marcado en la hemeroteca estudiantil por dos motivos. El primero, el estreno en Europa, en la Recopa de entonces, donde se llegó a semifinales. El segundo motivo, el inicio de lo que definiría al Estudiantes durante muchos años, la llegada del primer americano de la historia al equipo, el gigante Ron Taylor, que iniciaría la tradición de combinar a todos los chavales de la cantera y el talento nacional con un jugador de Estados Unidos que liderara el equipo.

Ron Taylor en un partido de la Recopa / Hemeroteca CB Estudiantes

Corría el 1979 cuando se empezó a escuchar un nombre, el de Fernando Martín, aunque poco duraría la ilusión, pues tras tan solo dos temporadas en el primer equipo, marchó al eterno rival, el Real de Madrid, pero siempre quedará el recuerdo de que el primer español en pisar la NBA fue canterano del Estudiantes. La fuga de estrellas provocó años convulsos en el Estu, hasta que llegó el punto de inflexión, el 1983, año del estreno de la ACB, de la cual es club fundador el asentado en Serrano 127.

Temporada de tocar fondo, de jugarse el descenso al todo o nada el año en el que dos leyendas como Rementería o ‘Pedrolo’ Rodríguez llegaron al equipo y les tocó vivir los partidos por el descenso, aunque como recuerda la camiseta del quinto aniversario de la Peña Emilio Segura, “jamás fui a Huesca en los Play-Off de descenso”.

Tocando el cielo

Los mimbres estaban forjados, y con las nuevas incorporaciones la ilusión era mayor. El dueño del aire, David Russell, y John ‘Oso’ Pinone fueron las caras nuevas, es imposible no emocionarse y ponerse nostálgico al recordar a una eminencia en el Estu como lo es el fuerte pívot. Años de disfrutar la pareja Russell-Pinone, y ver al bloque que se mantenía de canteranos, cuajando buenas actuaciones tanto en Europa como en liga.

Y llegó el 1988, donde tiene su origen el mejor equipo de la historia del Estudiantes, con la aparición de tres nombres claves. Primero, Juan Antonio Orenga, más conocido por su desastre como entrenador que por su buen baloncesto como jugador. Segundo, Alberto Herreros, de quien poco hay que decir tras su marcha en rebeldía al Real de Madrid, pudiendo haber hecho historia en el Estu.

Y el más importante de todos, San Nacho Azofra, Nacho-cho, el mejor jugador de la historia del club, y un vivo ejemplo del destrozo del equipo en la actualidad. Ves a una figura como Azofra, que pasa del club por completo y de vez en cuando se le ve en algún partido, con el amor que él tiene por el Estu, y te das cuenta de que las cosas no se están haciendo bien.

La foto oficial con la Copa del 1992, dirigidos por Miguel Ángel Martín, a la derecha de Pepu Hernández. De izquierda a derecha en la fila de arriba: Alfonso Reyes, Pinone, Orenga, Pedro Rodríguez. Abajo: Pablo Martínez, Herreros, Juan Aísa, Rickie Winslow, Azofra, Juan Antonio Aguilar

Con todo esto llega el 1992, año en el que se toca el cielo, la mejor temporada de la historia, acompañado de una plantilla a la altura, ceñida a los valores del club. De ensueño enumerar a los Azofra, Herreros, Winslow, Alfonso Reyes, Pinone, Orenga, Pedro Rodríguez, y todos los demás, pero solo con estos se pueden hacer muchas cosas.

Granada fue la ciudad escogida para que el Estudiantes levantara su segunda Copa del Rey con el ‘Oso’ Pinone como MVP, y un Nacho Azofra lesionado que jugó la final. Eso no fue todo, en lo que era la Euroliga de entonces se ganó a grandes equipos, hasta llegar a la histórica serie de cuartos de final ante el Maccabi de Tel-Aviv. El famoso resbalón de Jamchi por el sudor de Pedro Rodríguez en el suelo del Palacio de los Deportes, le dieron el pase a la Final Four por el título, y dejaron una frase que vive en la memoria de los dementes: “¡Que nos vamos a Estambul chimpún!”. Para desgracia de todos, el Estu cayó en semifinales y el sueño se acabó, pero la maravillosa temporada vivida es inolvidable hasta para los que no la vivieron.

Hasta finales de siglo, seguía la misma tónica de playoffs en la ACB, y rondas avanzadas en Euroliga, con los canteranos sucediéndose en el primer equipo para asentarse en el Estu. Ya empezaban a jugar los Iñaki de Miguel, Gonzalo Martínez, Pedro Robles, o Carlos Jiménez. La temporada 98/99 fue otra histórica, con el subcampeonato de Copa Korac ante el Barcelona, escapándose en el partido en la Ciudad Condal cuando parecía ganado tras la victoria en Madrid.

La Copa del 2000 / Hemeroteca CB Estudiantes

A este año le siguió otro pedazo de cielo tocado, con el mítico Shaun Vandiver ya en el equipo y más nombres de la talla de Chandler Thompson, Felipe Reyes, que está en el club de Herreros, o Pepu Hernández como entrenador. Semifinales tanto de liga como de Korac, y la famosa final de la Copa del Rey del 2000 en Vitoria, disputada en lunes, donde los ‘Toreros’ alzaron el título de la mano de un Alfonso Reyes que fue el mejor del torneo por su excelsa final.

Nuevo siglo, del todo a la nada

Otro equipo histórico se estaba fraguando, el Estudiantes dominaba en las competiciones, con el permiso de los demás grandes equipos, y el 2004 marcó un antes y un después. La primera final ACB del equipo, con otra plantilla de ensueño formada por jugadores como Pancho Jansen, Azofra, Carlos Jiménez, Nikola Loncar, o un jovencísimo ‘Chacho’ Rodríguez. El Barça volvía a ser el rival, verdugo en muchas ocasiones, por lo que el Estu tenía ganas. Los dos primeros partidos se perdieron como visitante, pero en la vuelta, en un Vistalegre abarrotado, donde se sentía algo especial, se hizo historia y se ganaron otros dos para empatar la serie.

Aquí otro lema que trasciende más allá de aquella temporada o de lo deportivo: “lo veo tan chungo, tan rematadamente difícil, que hasta es posible”, que pronunció Pepu Hernández antes de perder el partido definitivo por el título de liga en Barcelona.

Vistalegre abarrotado en aquella mágica final / Hemeroteca CB Estudiantes

A partir de aquí, la debacle estudiantil, hasta que se dejaron de vender todos los jugadores rentables por los que se sacaba un buen dinero y se podía mantener y pagar la deuda, desde ese momento se han dejado de fichar jugadores con nombre y con identidad de club, y se ha ido cambiando de jugadores todos los años. Todas esas temporadas en las que se rozaba el descenso, salvo alguna ilusionante como en 2010, cuando se recurrió a los canteranos que llevaban años para ilusionar de nuevo con cosas grandes a la afición. Carlos Suárez, Jayson Granger, Daniel Clark, Javi Beirán, o Pancho Jansen, el tercer mejor jugador de la historia del Estu por detrás de Azofra y Pinone, llevaron al equipo de vuelta a disputar la Copa del Rey y los playoffs por el título de liga, llegando de nuevo a Europa.

Y ahí ya se acabó todo, en el tramo entre 2010 y 2020 no se consiguió subir del puesto 11 en la tabla, y se acumularon tres descensos que no se consumaron por los problemas económicos de los clubes que ascendían. Hasta que llegó el momento de asumir la realidad del club, cuando en 2021 el Estu bajó a los infiernos de la LEB Oro.

Sentimiento cero

Y aquí seguimos, sin ningún valor de lo que ha sido el club en sus años anteriores, nada queda de ese equipo divertido, que tenía una afición de esa talla, que te lo pasabas bien al verles jugar, que se nutría de jugadores de la cantera y se divertía en la cancha, no queda nada, de todo aquello que hacía a mucha gente abonarse.

Se presume de que es la cantera más grande de Europa, y quizás lo es, pero no se demuestra. Por eso no le va bien al Estudiantes, porque no miran atrás, porque los directivos que pasan no se fijan donde se sientan, en el Pabellón Antonio Magariños, en el Instituto Ramiro de Maeztu, allí donde nació el club que todos querían, y que se escucha por los pabellones de España con pena y sorpresa al ver la situación en la que se encuentra.

Un cambio grande hace falta, volver a confiar en la cantera, en darles minutos, y en que la Demencia vuelva a ser lo que era, porque es algo que poco a poco se está consiguiendo, aunque los chavales se implican menos, los del Ramiro, que eran el alma de la Demencia se implican menos. Todo es ya falta de respeto, es tirar de lo antiguo, tienen muy pocos cánticos nuevos. Y no, el equipo no ayuda a que la afición quiera unirse al equipo, pero los viajes como el ultimo a Rumanía a ver a las chicas jugar la Eurocup dan algo de esperanza.

Todos los dementes y amantes del baloncesto están a la espera de que haya un cambio radical, que el Estu vuelva donde se merece, y que, si no lo hace, por lo menos se recupere todo aquello que caracterizó a un club del que todo el mundo quería aficionarse.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *