Cae el telón

Cae el telón como siempre pasa en el final de una obra tan buena como la vivida en el Pabellón Ángel Nieto. La tenue oscuridad se apodera de un parquet sin vida. Hasta el silencio se puede cortar, e incluso engrandece lo vivido durante ocho meses.
El eco del vacío
El balón ya no bota, ya no se oye y menos con la pasión de esto vivido. Y si por descuido cayera al parquet, el eco rompería totalmente ese triste silencio haciéndolo todavía hasta más nostálgico.
Hasta esas mismas gotas de sudor que hemos visto caer en todos los partidos, hoy harían eco sobre una madera necesitada de pasos, de golpes, patinazos y resbalones.
Actores y actrices, esos que han hecho enfervorecer a todo un público, regresan a sus casas necesitados de ese abrazo familiar tan remoto en el tiempo. El teatro del espectáculo echa su telón. La obra ya casi perfecta ya fue ejecutada. Ya llovieron las rosas en el escenario.
Una obra que toca a su fin y que por desgracia no volverá a ser ejecutada al menos en su misma esencia. Pero nuevos carteles vendrán cuando el estío vaya tocando a su fin para reemplazar a los oscarizados actores y directores. ¡Ójala algunos repitieran!
El Marta sufre gran parte de la falta de esa monotonía que nos ha dado la vida y que nos la volverá a dar. Las jarras piden ser llenadas para ser rozadas por nuestros labios pero eso no llegará a producirse hasta que septiembre eche a andar.
Un retorno deseado
Los lejanos tenemos que quebrarnos la cabeza para hacer la locura de ese viaje ya hecho, con la mayor ilusión del mundo, para volver a sentirse tan querido como esta temporada que ya fenece a solas, sin palmas, ni gritos, ni tambores.
Retorno ansiado que ha de cocerse en los despachos para conjugar la futura obra de teatro y que esta sea, si acaso se puede, mejor que la que termina. Y por ganas no será.
Ganas de ir a nuestro rincón de juego, de subir los automáticos, los interruptores, para que la luz vuelva a engrandecer un alma naranja. Y poder gritar a pulmón roto: ¡Ángel, hemos vuelto!

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