Alemania viaja a Riga con la maleta llena de certezas

Fotografía de FIBA
Alemania dejó Tampere con la sensación de un equipo que aún no conoce lo que es sufrir. Cinco partidos, cinco victorias, una superioridad constante y un patrón que ya parece parte de su identidad: nunca ir por detrás en una segunda parte y resolver cada compromiso con holgura. El campeón del mundo no solo ha sobrevivido a la primera fase del EuroBasket, la ha convertido en un escaparate de solidez. Ahora, la ruta se traslada a Riga, donde el sábado a las 14:15 espera Portugal, un rival con más ilusión que argumentos, pero al que no conviene subestimar en una cita de eliminación directa.
El relato de la selección alemana se ha teñido de metáfora viajera. Daniel Theis, veterano del grupo con 33 años, lo resumía tras el último triunfo: “Es como un viaje de amigos, con la suerte de que podemos jugar al baloncesto”. Esa camaradería explica por qué el equipo parece inmune a las adversidades: bajas importantes, un entrenador ausente y hasta incidentes extradeportivos no han alterado el pulso de una escuadra que se comporta como si llevara semanas en fase final. Cada verano, la “reunión de amigos” alemana desembarca en un nuevo escenario: en 2023 fue Okinawa y Manila, donde acabó en oro; en 2025, el periplo ha comenzado en Tampere y ahora pasa por la capital letona con un horizonte que apunta a la gran final.
Un favoritismo sustentado en roles claros
El juego de Alemania desprende jerarquía y elasticidad a la vez. Dennis Schröder marca el compás, Franz Wagner lo ejecuta y piezas como Obst, Theis o Bonga completan un engranaje en el que cada cual entiende su papel. En el último encuentro, Wagner volvió a ser la referencia ofensiva con 23 puntos, Schröder manejó la batuta con 16 y 9 asistencias, y Bonga firmó una defensa memorable sobre Lauri Markkanen. Pero más allá de las estadísticas, lo que asusta de este grupo es la consistencia: da igual el ritmo, el tipo de partido o el planteamiento del rival, Alemania siempre parece tener una respuesta.
La novedad más refrescante se llama Tristan da Silva. El joven alero, compañero de Wagner en los Orlando Magic, está viviendo su primer verano con la absoluta como si llevara años en ella. Anota con confianza desde fuera, corre la pista con decisión y se integra con naturalidad en un perímetro que ya era de élite. Su irrupción refuerza una rotación que no acusa la ausencia de Johannes Voigtmann, lesionado de rodilla, ni la de Moritz Wagner, convaleciente de una rotura de cruzado.
El enigma en el banquillo
El caso más peculiar está en la banda. Álex Mumbrú, designado como seleccionador para este ciclo, aún no ha podido debutar en el torneo debido a su hospitalización en Tampere. El técnico español ya ha recibido el alta médica, se ha involucrado en las charlas tácticas y en la preparación de cada duelo, pero nadie sabe con certeza si podrá dirigir en Riga. Esa incógnita añade un matiz emocional al trayecto: el equipo compite como si tuviera la misión de prolongar su viaje hasta que su entrenador pueda retomarlo. Mientras tanto, Alan Ibrahimagic, el asistente convertido en “Magic Ibra”, está ejecutando con templanza un papel exigente: rotaciones medidas, tiempos muertos a punto y ajustes defensivos precisos. Que la selección funcione como un reloj en estas circunstancias no resta valor a Mumbrú, sino que refleja la cultura colectiva instalada en el grupo.
Portugal, un reto desigual
Sobre el papel, el cruce contra Portugal debería ser el más cómodo de los octavos. El conjunto luso ocupa el puesto 56 en el ránking FIBA y accede a esta ronda como una de las sorpresas agradables del torneo. Vive de la energía de su perímetro y de su capacidad para jugar sin complejos, pero la diferencia física, táctica y de experiencia con Alemania es abismal. El reto para los germanos no es tanto ganar, sino evitar relajaciones. Schröder lo advirtió tras el duelo contra Finlandia: “En los cruces empieza un torneo nuevo”. Y ahí reside la clave: en un campeonato corto, basta un mal día para que un favorito quede fuera.
Alemania ha mostrado hasta ahora un nivel que la sitúa un peldaño por encima del resto. Pero las preguntas empiezan ahora: ¿cómo reaccionará si el triple no entra?, ¿qué ocurrirá si se ve con problemas de faltas interiores?, ¿qué pasará en un partido cerrado a 65 puntos? Portugal difícilmente será quien plantee esos escenarios, pero sí representa el primer examen de concentración. La sensación, al llegar a Riga, es que Alemania ha convertido cada obstáculo en gasolina: un entrenador ausente, un líder insultado, bajas sensibles en su rotación… nada ha mellado el espíritu de grupo. El equipo se percibe en misión, con el recuerdo del “viaje de amigos” que empezó en Okinawa y Manila y que ahora sueña con desembocar en el trono continental.
Frente a Portugal, lo lógico es que el campeón del mundo prolongue su marcha sin sobresaltos. Pero lo que está en juego va más allá de un simple pase a cuartos: Alemania quiere reafirmar que no es solo el mejor equipo de la fase de grupos, sino el candidato más sólido a levantar el título. Y lo hace con una pregunta latente: ¿cuándo volverá a la pista la figura de Álex Mumbrú? La respuesta, por ahora, es incierta. Lo seguro es que el viaje alemán continúa, y que para detenerlo no bastará con un buen partido: habrá que rozar la perfección.
Fotografía de FIBA
Autor: Vicenç Ropero
