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Fotografía de Gorka Rubio | Foku

El Movistar Estudiantes ya roza con los dedos la Final Four de ascenso a la Liga Endesa, pero antes de poder tocarla deberá superar uno de los retos más exigentes del curso: ganar en Donostia. Con el 2-0 favorable en la serie, los de Natxo Lezkano visitan este viernes (20:30h, Amenabar Arena) a un Inveready Gipuzkoa Basket herido, sí, pero no vencido. El conjunto donostiarra ha demostrado durante los dos primeros encuentros que, incluso mermado por las bajas, es capaz de competir de tú a tú con uno de los grandes favoritos del campeonato. Y ahora, con el factor cancha a su favor y el orgullo activado, buscará alargar la eliminatoria y forzar el cuarto duelo.

La serie llega a Donostia en plena ebullición

no solo por la tensión deportiva propia de una promoción de ascenso, sino por el clima emocional que se ha instalado tras el final del segundo partido. La acción antideportiva sancionada a Mateo Díaz sobre Jayson Granger, interpretada como correcta pero polémica por su impacto directo en el desenlace, ha añadido un nuevo componente al enfrentamiento: el de la indignación visitante y la sensación de que la eliminatoria pudo haberse desequilibrado más por un momento arbitral que por el juego en sí. En ese sentido, el Gipuzkoa Basket se agarra al factor emocional como impulso para buscar la remontada, apelando a su gente, a su resiliencia y a un baloncesto sólido que, pese a las ausencias, ha estado muy cerca de darles un triunfo en Madrid.

Un Gipuzkoa reinventado

Porque si algo ha demostrado el conjunto de Mikel Odriozola en esta serie es que compite. Lo hizo en el primer partido, resistiendo durante muchos minutos pese a la evidente desventaja física bajo los tableros; y lo volvió a hacer en el segundo, llevando el encuentro al límite con una actuación de enorme mérito táctico, liderada por Xavier Johnson y Daishon Smith. Sin Josip Vrankic ni Jakub Mokran, sus dos principales referencias interiores, el GBC ha tenido que reinventarse sobre la marcha, sosteniéndose en la actividad de sus exteriores, la dureza mental y una defensa que, durante tramos importantes, ha conseguido desconectar a Estudiantes de su juego habitual.

Esa es, precisamente, una de las claves que marcarán este tercer asalto: si Gipuzkoa logra repetir la intensidad, la concentración y el nivel táctico mostrado en los dos encuentros previos, volverá a tener opciones reales de victoria. El problema, claro, es el fondo de armario. Sin pívots puros y con una rotación muy condicionada, el margen de error es mínimo. En Madrid se notó especialmente la falta de intimidación y de control del rebote defensivo. Aunque los visitantes maquillaron bien ese déficit con ayudas constantes y defensas colapsadas, no pudieron evitar que figuras como Dejan Kravic —con 25 de valoración en el primer partido— marcaran diferencias dentro de la zona.

Del otro lado, el Movistar Estudiantes afronta este duelo con la tranquilidad de la ventaja, pero también con la sensación de que aún no ha mostrado su mejor versión. Si bien se llevó los dos partidos disputados en Madrid, ambos lo hizo sufriendo, especialmente el segundo, en el que la victoria se resolvió en el último minuto gracias al carácter de Granger. El base uruguayo, gris durante la mayor parte del encuentro, se transformó en el héroe del clutch con cinco puntos decisivos en nueve segundos, encarnando ese liderazgo que el equipo necesita en los momentos de mayor exigencia.

Y es que esa es otra lectura que deja la eliminatoria: el Estu, pese a su talento, todavía transmite nerviosismo en contextos de alta presión. Su baloncesto, por momentos brillante, se ha vuelto espeso cuando el marcador aprieta, y ha dependido más de individualidades que de juego coral. En ese sentido, el equipo de Lezkano necesitará en Donostia mayor fluidez en ataque, mejorar porcentajes exteriores —especialmente desde el triple, donde ha tenido tramos muy erráticos— y minimizar las pérdidas no forzadas. Ganar en una pista como la del GBC exige un nivel alto durante 40 minutos, y más aún si el rival llega herido, dolido y con la grada volcada.

En ese contexto, será fundamental el papel de los secundarios y de la rotación colegial. Jugadores como Alonso, Pato Garino , Adams Sola o el propio Andric deben dar un paso al frente para no cargar de responsabilidad a Granger, Kravic o Joaquín Rodríguez, pilares del equipo hasta ahora. Del mismo modo, será interesante ver si Lezkano modifica su plan de partido para castigar con mayor insistencia las debilidades interiores del rival, apostando por un juego más físico y vertical desde el inicio.

Es ahora

Pero más allá de las claves tácticas, este tercer partido se jugará también en el plano anímico. El Gipuzkoa Basket se aferra a la épica, a la rabia acumulada, al deseo de regalar una victoria a su afición tras un curso complicado. Illunbe promete un ambiente de promoción de ascenso auténtico, caliente, exigente. Y ese será otro factor que gestionar por el Estudiantes, que ya sabe lo que es sufrir con el marcador en contra y que necesitará mantener la cabeza fría para no caer en provocaciones ni en la ansiedad que tantas veces ha condicionado su rendimiento en partidos importantes.

Desde Madrid, el club colegial también ha querido aportar su granito de arena para no estar solos en San Sebastián. Bajo el lema de «seguir apoyando al equipo», el Estudiantes ha organizado un viaje para abonados que incluye desplazamiento en autobús y entrada al partido por 50 euros. Un esfuerzo logístico que busca trasladar algo del calor de Magariños a un pabellón donde cada aliento puede marcar diferencias.

Así, con el marcador 2-0, el ambiente caldeado, las emociones a flor de piel y la Final Four en el horizonte, Inveready Gipuzkoa Basket y Movistar Estudiantes se citan este viernes para escribir un nuevo capítulo de esta eliminatoria. Para los locales, es la última bala. Para los visitantes, la primera gran oportunidad. Y para todos, una noche de baloncesto con aroma a final anticipada.

Fotografía de Gorka Rubio | Foku

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