Copa del Rey 2004: mis recuerdos

El pasado domingo, en medio de uno de los momentos en los que no me tocaba intervenir dentro del magnífico segundo programa radiofónico que preparamos en Basket Pasión, se me ocurrió abrir el cajón de la mesa en la que yo estaba ubicado, buscando nada en especial, todo sea dicho.
Pues bien, como cuando nada buscas en especial sueles encontrar ciertos grandes o pequeños tesoros, en esta ocasión el tesoro que apareció fue el abono correspondiente a la Copa del Rey 2004, la última por el momento organizada en Sevilla, y que quien os habla presenció in situ como aficionado en las gradas del pabellón San Pablo.
Así que, aprovechando que el Guadalquivir pasa por Sevilla (que me permitan los pucelanos hacer esta adaptación sureña del conocido refrán), decidí preparar para la semana que entra un artículo contando mis recuerdos principales de tan magno evento, la primera (y última hasta la fecha) fase final copera que estos ojos tenían la ocasión de disfrutar en vivo.
Hacía diez años que Sevilla no acogía al torneo del KO; la vez anterior fue en 1994, en el que el Barça ganó en la final al Baskonia (entonces Taugrés), y en la que San Pablo tan solo acogió al torneo desde semifinales, ya que los cuartos se celebraron a lo largo y ancho de toda la geografía andaluza.
Una década después, no obstante, el Baskonia (ya con Tau como único patrocinador «cerámico») logró tomarse su particular «revancha» con la capital de Andalucía imponiéndose en la final por 81-77 a un combativo Joventut, que plantó cara hasta los últimos segundos.
Aquella final, con Luis Scola y Rudy Fernández en plan estelar (el balear palió el amargor de la derrota siendo MVP del torneo y protagonizando la mejor jugada del mismo con un espectacular «alley-hoop» en la final), supuso un muy buen punto y final a un torneo que no fue el mejor de la historia pero que, en lo deportivo, sí que alcanzó una media bastante alta, un notable muy bien ganado en mi opinión.
Aunque estas líneas van encaminadas más bien, como indico certeramente en el titular y también un par de párrafos más arriba, a darle a la memoria para exponer, 18 años más tarde, lo que a mi mente aún le da por recordar, que por suerte no es poco.
Lo primero de todo, la posibilidad de ver en San Pablo, juntas, a las principales aficiones que hay en el baloncesto español, toda vez que en aquella cita compitieron, además del Baskonia, el Joventut y los dos grandes, otros dos equipos de sumo sabor baloncestístico como el Estudiantes (eran otros tiempos para los colegiales…) y el Manresa, además del Valencia Basket (con su histórico patrocinador, Pamesa) y, por supuesto, el anfitrión, el CB Sevilla, actual Coosur Betis, con su no menos histórica Caja San Fernando en el «naming» del equipo. Solo faltaba, pues, el Unicaja dentro de los grandes históricos, pero los malagueños se quedaron en el camino por su mala clasificación liguera.
Lo segundo, saber en medio de cual de todas esas hinchadas me iba a tocar estar… y puedo decir que fui un gran afortunado, ya que tuve la gran suerte de vivir desde dentro el espectáculo que siempre da la afición del Baskonia, imperial y señorial en la curva próxima a uno de los fondos, que fue donde nos correspondió estar. Quien os habla disfrutó tanto con la charanga, los cánticos y el buen rollo que desprende la afición vitoriana que, desde entonces, tiene al Baskonia como uno de sus equipos más estimados, siempre por detrás, eso sí, del CB Sevilla hasta 2016 y del Real Betis Baloncesto desde esa fecha.
Lo tercero, que tuve la ocasión de vivir mi primer gran clásico del baloncesto nacional, un Barça-Madrid en cuartos de final, que es donde suelen cruzarse cada vez que uno de los dos no es cabeza de serie.
Fue, junto al duelo inicial entre el Joventut y el Manresa que acabó en la prórroga, el partido más espectacular del torneo, ganado «in extremis» (80-79) por un Barça liderado por Dejan Bodiroga frente a un equipo blanco en el que su líder sobre la cancha era la leyenda del Baskonia y posteriormente también ex del CB Sevilla, el excelso Elmer Bennett.
Y, por lo demás, también recuerdo la victoria en cuartos de final del CB Sevilla ante el Valencia Basket (86-76), en un gran partido del equipo dirigido entonces por Gustavo Aranzana, y liderado en la cancha por el anotador lituano Donatas Slanina, Matt Santangelo, Vasco Evtimov y Danya Abrams, y en el que Raúl Pérez daba sus últimas lecciones.
Un partido en el que el CB Sevilla contó con el aliento de sus aficionados… y también de los aficionados baskonistas, que lo veían como un rival más asequible para las semifinales que el Valencia Basket, como así sucedería. Una semifinal, CB Sevilla-Baskonia, para la que yo me desmarqué por si las moscas por primera y última vez de la hinchada vitoriana cambiando mi ubicación, y en la que el Baskonia pasó por encima del equipo anfitrión (63-88).
Al día siguiente, para la final, por supuesto que regresé a mi localidad original para vivir, dentro del grupo partidario del que resultaría equipo vencedor, un duelo decisivo entre dos de los equipos más puramente de baloncesto que continúan estando, en 2022, dentro de la élite de la ACB, cerrando así cuatro días con el mejor baloncesto nacional que podía verse en aquellos momentos.
Desde entonces han pasado 18 años sin que, por desgracia, se vuelva a atisbar la posibilidad de poder vivir de nuevo, dentro de mi ciudad, una fase final de la Copa del Rey. Es cierto que San Pablo ha sido sede de la fase de grupos tanto de un Eurobasket (2007) como de un Mundial (2014), pero no es menos real que Sevilla, como sede para futuros eventos, va perdiendo cada vez más fuerza dentro de Andalucía no solo frente a Málaga y su extraordinario Martín Carpena, sino incluso con Granada, sede de la última edición del torneo del KO. Quien os habla, a través del altavoz que da este recién creado proyecto mediático, lanza la propuesta al Ayuntamiento de Sevilla para que se plantee de verdad no tanto la construcción de un nuevo pabellón como, al menos, la profunda reforma de un pabellón de San Pablo digno todavía de acoger tanto a la liga ACB como a la Primera División de la Liga Nacional de Fútbol Sala (con el Real Betis Futsal), pero que a la hora de albergar grandes eventos deportivos cede cada vez más terreno no ya solo con los recintos antes mencionados, sino también ante otros mucho más modernos como el nuevo Olivo Arena de Jaén (aunque este último esté principalmente destinado al fútbol sala).
