diciembre 9, 2024

El manco del espanto

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macno1

No será la primera vez que uno haya escrito o diga que el baloncesto es un deporte de caballeros. Y así lo afirmo y lo confirmo. Si bien es cierto que siempre, en toda cazuela, hay un garbanzo negro que intenta joder el cocido. Y digo intenta porque no hace daño quien quiere sino quien puede.

Pero sí es triste las diferentes situaciones que generan los distintos egos o ególatras que crean asociaciones o temas similares no porque sean útiles sino por llevar su mandato a lo más alto, por intentar hacerse valer en un mundo donde no tiene cabida por sí mismo, porque realmente no es absolutamente nadie.

Egos de esos que en su vida no han dado un palo al agua y tienen demasiado tiempo para aburrirse en casa. Y generan historias que en manos de otros serían bellos proyectos pero no en su mano. Pues la importancia para él no es el proyecto que él crea sino que él tiene que decir que es el dueño y autor de la idea. Y quiere imponer su mandato.

Pero no. No conmigo, no con Basket Pasión y eso que pusimos en sus manos la web para lo que quisiera. De hecho hicimos algún programa de radio para darles relevancia. Pero una vez conocido los ideales pseudo nazis, por definirlo de alguna manera del caballero, comenté que nosotros no queríamos tener que ver nada con el proyecto que se hundirá pronto.

Y sí. Tú. ¡Eh, tú! Ayer me demostraste una vez más que eres un ser falto de educación. Te crees presidente de la nación (uy, qué símil acabo de hacerte) y no eres patrón ni de tu casa ni aun viviendo solo.

Te extendí la mano y la aguanté extendida durante largos segundos. Y tú la rechazaste. Te diste cuenta de mi presencia pero me negaste el saludo. Tú y tu ego. Y te piensas que me hiciste daño y el único que quedó fatal fuiste tú.

Tú, manco del espanto, título que me sugirió un buen amigo para aminorar la dureza del que tenía yo pensado y no era ningún insulto sino más bien una definición, pero bien es cierto que este te queda poéticamente definido.

Lo que realmente lo siento es por tus ciegos secuaces que te siguen como si de un secta se tratara.

En fin, no perderé más el tiempo, contigo. No mereces la pena ni un segundo más.

Yo quedé como un caballero. Tú no.

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